viernes, 8 de octubre de 2010

Zahorí

El detector

Para proceder a un análisis riguroso, lo primero es determinar la naturaleza del campo de fuerzas en el que estas cosas suceden.

Realizadas experiencias con el zahorí situado en el interior de una caja de Faraday, los resultados obtenidos fueron los mismos que fuera de ella, por lo que todo parece indicar que los sucesos se desenvuelven dentro de un campo de fuerzas gravitatorio.

El detector no parecen ser las varillas, ya que cuando se produce la localización, el punto exacto se encuentra en la vertical de su cuerpo, justo debajo de sus pies.
En ese momento, las varillas han sobrepasado ampliamente el lugar.

Por esto, la función de ellas en el conjunto del proceso de detección, ha de ser otra.









Utilizando un conducto de 1/2 pulgada de diámetro, por el que se hace circular agua y realizando aproximaciones sucesivas, se determina que el sensor se encuentra en algún lugar del cuerpo para, finalmente, fijar su posición en la cabeza.
La precisión que es posible obtener con un conducto por el que circula agua y que tiene 12,7 mm de diámetro, no posibilita más que poder situarlo hacia la altura de los oídos, sin más exactitud.

Se hace necesaria una mayor precisión.

Una vez comprobado que la corriente eléctrica de 2 amp. de intensidad, produce una señal equivalente a la generada por el conducto con agua, pasa a ser posible utilizarla para determinar la posición del sensor, pudiendo hablar ahora de precisión en milímetros.
Con ello surge la primera sorpresa.

No hay un sensor, sino dos, uno en cada oído.
La separación entre estos sensores resulta ser de unos
64 mm, y vienen a situarse en el oído interno.

La segunda sorpresa consiste en que, el sensor del oído izquierdo hace actuar la varilla de la mano derecha y viceversa.
Indudablemente se trata de un acto reflejo.

Ahora la dificultad reside en que, la composición del oído interno es de una complejidad asombrosa. En un espacio de muy pocos milímetros, se acumulan gran cantidad de estructuras microscópicas complicadísimas.

Es necesario seguir otro camino, para lograr su exacta localización.


El detector teórico.

Supuesto que se trate de un sensor gravitatorio, elaborando el diseño técnico de un detector de este tipo, bastará con localizar cual de las asombrosas estructuras microscópicas del oído interno, cumple con las condiciones necesarias y suficientes para ser lo que se está buscando.


Técnicamente hablando, el sensor estará formado por una masa mecánica (señalada en la figura en color azul), que tiene su centro de gravedad en "G".

Se encontará sustentada por, al menos tres apoyos independientes entre si,  que son sensibles a la presión ejercida sobre cada uno de ellos, pudiendo detectar y transmitir las variaciones de esta.

En la situación que puede definrse cómo "normal", la dirección del peso de la masa mecánica, pasa equidistante de los apoyos y estos perciben una señal de presión, que transmitida al cerebro, es interpretada por este cómo "estado de equilibrio", no dando lugar a reacción alguna.

Si el campo gravitatorio, o la posición del sensor, se alteran, la dirección del peso ya no pasa por el mismo lugar de antes con respecto a los apoyos, por lo que estos transmiten, en unos casos más y en otros menos señal de presión.
Estas diferencias serán interpretadas por el cerebro cómo aviso de "pérdida del equilibrio", dando lugar de modo automático, en forma de acto reflejo, a las correspondientes acciones correctoras de carácter muscular.

La búsqueda del sensor.

Tras un fascinante recorrido por las diferentes estructuras microscópicas que conforman el oído interno, se encuentra que en las cavidades llamadas "utrículo" y "sáculo", existen unas manchas análogas entre si, denominadas "máculas".

En la imagen se señalan con:

    Ut = utrículo

    MU = mácula

    Sa = sáculo

    MS = mácula del sáculo

    Vistas con una ampliación de 600 diámetros, que es la máxima que permite el microscopio óptico, forman una especie de pelusa que recubre la pared, pero no es posible apreciar con más detalle su estructura



La imagen obtenida con microscopio electrónico, posibilita el distiguir que están formadas por una gran cantidad de pequeñas piedras, llamadas "otolitos" que, bien pueden ser la masa mecánica del sensor a la que se está buscando.

La gran cantidad de ellas, todas juntas, no permite apreciar la manera en que están asentadas sobre la membrana que las soporta.







Una nueva preparación, en la que se han retirado casi todas las pequeñas piedras que impedían la visión, permite apreciar que los soportes presentan una apariencia fibrosa.






Una amplificación aun mayor, muestra claramente que se trata de fibras independientes, separadas entre si.

Esta configuración de los soportes, es exactamente la que se había descrito para el sensor gravitatorio teórico.

Sin lugar a dudas, el detector está identificado.



La presencia de cientos de ellos agrupados en cada mácula, cumpliendo la misma función y transmitiendo señales análogas, asegura que la débil señal individual queda amplificada cientos de veces.

Si alguno de los sensores proporcionara una señal errónea, esta queda enmascarada por los centenares de señales correctas, lo que garantiza una respuesta adecuada en cualesquiera situación.

La presencia dentro del mismo oído de dos sensores, uno en el utrículo y otro en el sáculo, unido a la circunstancia de que, sus planos de trabajo forman entre si un ángulo muy próximo a los 45º, permite al zahorí controlar su posición respecto a la vertical, aunque su cabeza esté tan inclinada, que los sensores rigurosamente verticales, no resulten plenamente operativos.

La señal de alarma por "perdida de equilibrio", no solamente se produce por el paso sobre una corriente de agua, sino que lo hace ante cualquier flujo de partículas, con las únicas condiciones de que posean masa mecánica y se encuentren en movimiento.

Así lo prueban las comprobaciones realizadas con conductos por los que circulaban derivados petrolíferos, gas natural, productos químicos industriales e incluso la detección de un ferrocarril en movimiento, estando el zahorí situado sobre una colina bajo la que existe un túnel.


Método de trabajo.

El método seguido para determinar si en un terreno es posible encontrar agua, consiste en situarse en un extremo de la parcela y caminar lentamente, con las varillas en las manos en posición horizontal y los brazos ligeramente extendidos hacia adelante.

En un momento de su recorrido, las varillas, sin que aparentemente el zahorí haga nada, giran hacia el interior de sus brazos y se cruzan. En ese lugar coloca una marca en el suelo (1).
Pone nuevamente las varillas en posición de trabajo y continúa caminando.

A una cierta distancia del punto (1), las varillas vuelven a cruzarse.
Igual que anteriormente, coloca una marca (2).
Se aleja uno o dos metros, gira sobre si mismo y, con las varillas de nuevo en posición de trabajo, vuelve a pasar sobre el mismo punto (2).
Sorprendentemente las varillas, ahora que camina en sentido contrario, no se cruzan.

Continúa caminando en dirección opuesta a la inicial y cuando está bastante próximo al punto (1), las varillas vuelven a cruzarse, marcando entonces el punto (3).

Repite la operación en el sentido contrario, marcando el punto (4).
La distancia de A-B, resulta ser prácticamente igual a la de A-C.

En ese momento, el zahorí se considera en condiciones de afirmar que existe una corriente de agua (S), situada en la vertical del punto A, y que la profundidad a la que se encuentra es igual a la distancia A-B, o la A-C, ya que es la misma.

La distancia entre los puntos (1) y (3), afirma que corresponde a la anchura de la corriente detectada.

Probablemente contará también otras muchas cosas, ya que tiene que justificar lo que cobra por su trabajo, pero para este análisis carecen de interés.

Se perfora el pozo y, efectivamente el agua está allí. No sólo eso, la profundidad es casi exactamente la indicada.

Parece magia pero, cómo casi todo, tiene su explicación técnica.



Fundamento técnico.

 Cuando el Zahorí pasa caminando sobre la vertical de la corriente subterránea (S), los sensores que trabajan verticalmente pasan a captar la micro alteración, que el movimiento de las partículas de agua provoca en el campo gravitatorio del lugar, lo que produce en sus apoyos una brusca alteración de las presiones, provocando el acto reflejo de tender a girar las manos, para presentarlas con las palmas extendidas hacia adelante y de este modo amortiguar la caída.

Es una alarma que solo dura fracciones de segundo, ya que la percepción visual y las subsiguientes señales de equilibrio, indican al cerebro que se trata de una falsa alarma pero, el leve inicio del giro de las manos ya ha provocado la rotación de las varillas hacia el interior, y este es un movimiento irreversible.
Su rectificación ha de hacerse de un modo voluntario y perfectamente consciente.



Al alejarse caminando de la vertical, los sensores que trabajan verticalmente, captan una progresiva disminución de las señales de presión, pero sin que se produzca un cambio brusco que pueda provocar la alarma.

Sin embargo, los sensores cuya posición de trabajo está inclinada 45º con respecto a la vertical, cuando el zahorí se ha alejado a una distancia en horizontal igual a la que se encuentra (S), detectan un cambio brusco en la presión de sus apoyos, lo que provoca la activación de la alarma con el consiguiente cruce de las varillas.
Naturalmente, estos sensores, cuando el zahorí camina en el sentido contrario, no detectan cambio notable.

Al no existir sensores inclinados hacia el sentido contrario, cuando retorna por el mismo punto (B), no se produce señal.
Esta circunstancia sirve para diferenciar lo que es una señal de profundidad, de lo que podría ser la vertical sobre una nueva corriente existente en el mismo terreno, ya que en este caso se detectaría en ambos sentidos del recorrido.

Cuando el zahorí pasa, de estar situado dentro de la vertical del ancho de la corriente a salir de ella,, se produce el giro de las varillas hacia el exterior, separándose en lugar de cruzarse.

Los motivos de este comportamiento aun no están bien explicados, pero es un hecho real, sucede, y por lo tanto puede utilizarse en las determinaciones del ancho de la corriente, aunque en este caso la señal es más débil y por ello la determinación menos precisa.


El perfil de la corriente.

Con este conjunto de conocimientos técnicos, es posible obtener una serie de datos que permiten hacerse una idea aproximada de cómo es la sección recta de la corriente.

Siguiendo el método anteriormente explicado, se determinan los siguientes puntos:

Las verticales de las márgenes de la corriente, V1 y V2.

Las márgenes de la corriente detectadas por los sensores inclinados a 45º, D1 y D2.
Cómo sólo se detectan al alejarse de la vertical de la corriente y no al acercarse, el punto D1 se capta porque las varillas se cruzan, mientras que el D2 porque se separan.

De modo análogo se sitúan los puntos I1y I2.

El conocimiento de estos seis puntos, permite trazar geométricamente, el exágono en el que se encuentra encerrado el perfil de la corriente de agua, lo que viene a dar una primera aproximación de su posible caudal.
No se capta la parte del conducto por la que no circula el agua, a la que se llama "sección seca".

Colocado el zahorí sobre la vertical de la corriente y dentro de ella,al situarse con las varillas en posición de trabajo y mirando hacia la dirección de la que procede el agua, al cabo de un tiempo, las varillas se le cruzan.
Lo hacen de un modo que puede definirse cómo "timidamente", pero se cruzan.

No está del todo claro el motivo, pero parece obedecer a que las turbulencias de la corriente provocan continuos sobresaltos al "estado de equilibrio", pero sin la intensidad suficiente para provocar la alarma. La continuación en el tiempo de esta situación de "semi alarma", acaba provocando esta.
Cómo es de esperar, la posición del zahorí recibiendo la corriente por la espalda, termina provocando que las varillas se separen.

Esto permite conocer el sentido de la circulación del agua, aportando un dato más a tener en cuenta para la estimación del caudal,al considerar que a mayor turbulencia puede corresponderle más velocidad.
En todo caso, la estimación del caudal es sólo eso, una estimación, nunca un dato exacto.


Las misteriosas líneas.

Conocidos los aspectos técnicos en la detección de corrientes de agua, falta por determinar la naturaleza de las líneas, que no presentan una anchura capaz de ser medida y cuya profundidad no ha sido determinada.

Cuando el zahorí se acerca hacia la vertical de la corriente, lo primero con lo que se encuentra es la márgen más próxima a él. Los sensores captan la alteración gravitatoria y disparan la alarma.

En una corriente situada a bastante profundidad, en el momento de alcanzar la vertical exacta de la márgen más próxima, la señal es tan débil, debido a la distancia, que no dispara la alarma, siendo preciso adentrarse un poco más en la vertical de la corriente, para que la alarma se produzca.
Esto da lugar a que los puntos de detección de las dos márgenes, se encuentren algo más próximos que en la realidad.

A medida que la profundidad aumenta, esta distancia disminuye, hasta alcanzar un momento en el que no es posible diferenciar el uno del otro.

En teoría esta explicación resulta razonable. Ahora es necesario comprobarla sobre el terreno con un río real.

El río Cadagua nace de la montaña de Sopeñano de Mena (Burgos) España (43º04´26"N, 3º21´26"W) y en él se reunen las condiciones óptimas, para realizar la comprobación práctica.

Sobre el lugar del nacimiento, la peña presenta una superficie lo bastante plana cómo para poder caminar sobre ella.
Se localiza una corriente subterránea que se detecta con un ancho de 0,71 m, resultado de una media de 20 determinaciones. La cota de altura sobre el nacimiento es de 440 m.
Siguiendo el curso de esta corriente hasta el borde del precipicio, se comprueba que exactamente debajo nace el río.

A media altura de la montaña, circula un ferrocarril por un túnel.
Esta circunstancia, permite realizar nuevas medidas a una cota de 150 m sobre el nacimiento. El resultado es una anchura de 4,8 m.

Finalmente, situados a 1,3 m sobre el nacimiento, ya que exactamente en él, la corriente se bifurca en varias surgencias, el ancho medido dio 7,6 m.

A la derecha de la imagen, la representación gráfica de estas medidas, muestra claramente que si la medición se hubiera podido realizar a una altura sobre el nacimiento de 490 m o más, el resultado de la detección hubiera sida una línea.

Esto indica que una corriente de 1 m de anchura, necesita una profundidad en roca caliza de 64,5 m, para comenzar a ser detectada cómo una línea


Optimizándo la precisión.

La precisión obtenida en las determinaciones del punto exacto de la vertical de la corriente, resulta ser de +6 cm para unas condiciones óptimas del terreno y un zahorí con una sensibilidad de tipo medio-alto.

La determinación exacta de la profundidad, utilizando los sensores que trabajan con un ángulo aproximado de 45º con la vertical, presenta la dificultad de que hay que conocer exactamente el valor de este ángulo para cada individuo.

Es necesario"calibrar" a cada zahorí.

Para ello, se determina la altura  sobre el suelo de los oídos internos del sujeto, a la que se llama h.

Se coloca sobre un suelo liso y horizontal, un conductor eléctrico extendido en línea recta, por el que se hace circular una corriente de al menos 2 amperios.

Situado muy próximo a él y con las varillas en posición de trabajo, el zahorí se aleja pausadamente caminando perpendicular al conductor, hasta que las varillas se cruzan.
En ese punto, se marca en el suelo el lugar fijado por la vertical de sus oídos internos.
Se mide la distancia hasta el conductor eléctrico y se la llama d.
Estos datos permiten conocer el ángulo que realmente forman con la horizontal sus sensores inclinados, ya que   tang aº = h/d
Los resultados obtenidos en varios sujetos, fijan este valor dentro de 45º+

Una vez calibrado el zahorí, se puede calcular con más precisión la profundidad, tal cómo se muestra en el dibujo.

Una persona con una altura de los oídos h = 1,55 m y una distancia de calibrado d = 1,65 m,  presenta en sus sensores un ángulo de inclinación de 48º con respecto a la horizontal.

Supuesta una corriente situada realmente a 200 m de profundidad, el recorrido realizado para la detección sería de 214,6 m. Una determinación normal lo establecería cómo profundidad.
El error cometido sería del 7,3% que, según para que profundidades, puede ser de gran importancia.

El zahorí calibrado, obtiene cómo profundidad:  p = (214,6 - 1,65)x tang 48º = 199,97 m.

En condiciones óptimas, la desviación en la medida de la profundidad se sitúa en el orden del  +1%.

En todas las determinaciones para detectar la sección de la corriente, ha de tenerse en cuenta la reducción en las anchuras debida a la profundidad, tal cómo se indica en Las misteriosas líneas.


Las varillas. Detalles constructivos.

El movimiento de las varillas obedece a las mismas fórmulas que las del péndulo. Sus ecuaciones resultan algo más complicadas, ya que este se mueve en un plano y las varillas lo hacen en un espacio de tres dimensiones, pero siguen fielmente las leyes de la física convencional.

Teniendo en cuenta que los únicos factores que intervienen en su funcionamiento son gravitatorios, a efectos de su elaboración es indiferente la clase de materias con la que están construídas y solamente ha de tenerse en cuenta en las piezas que las componen, sus dimensiones, su peso específico y su situación dentro del conjunto.

Se pueden elaborar con diferentes materiales, pero las más prácticas resultan ser las construídas con una varilla metálica, doblada en ángulo recto por un extremo, en una longitud de 10 cm para que sirva de empuñadura.

El resto de la varilla,que se mueve en posición horizontal, presenta su centro de gravedad en el punto medio de su longitud. Esto obliga a que, para obtener un radio de giro para el cálculo, comparable con la longitud de un péndulo que efectuase unas oscilaciones adecuadas, su longitud ha de ser de unos 70 u 80 cm, que resulta incómoda de manejar y muy sensible al viento.
Para evitarlo en la medida de lo posible, se coloca en el extremo de la varilla un peso de plomo, lo que permite acortarla notablemente, conservando el centro de gravedad a la misma distancia de la empuñadura, que es el eje de giro.

A efectos prácticos, una varilla confeccionada con alambre de acero inoxidable de un diámetro comprendido entre 2 y 3 mm y un peso de plomo de 20 gramos, deberá tener una longitud total de la parte horizontal entre 25 y 50 cm, correspondientes a un radio de giro entre 18 y 40 cm.

Obedeciendo a las leyes del péndulo, cuanto más largo es el radio de giro, más lenta es la respuesta de las varillas.
Unas varillas con 25 cm de longitud horizontal y un plomo de 20 gramos, al tener una respuesta muy rápida, fijan con gran precisión el punto exacto de la detección, pero resultan muy poco sensibles.
Las varillas con 50 cm y el mismo plomo, responden a señales más débiles pero más lentamente, por lo que son menos precisas.

 
Cada zahorí deberá emplear unas u otras, en función de sus personales características y de la señal a detectar.

Las varillas deben sostenerse con el extremo inferior de la empuñadura apoyado en la palma de la mano, y la zona ligeramente por debajo de la curvatura, sostenida por el dedo índice.
De esta manera, el par de rozamiento de la varilla con la piel del dedo, frena en parte las excesivamente rápidas oscilaciones y las hace más controlables.

La parte horizontal debe mantenerse lo más próxima posible a la horizontalidad para que la respuesta sea lo más sensible, sin que lleguen a perder el equilibrio y girar por si solas.
Mantener esta situación inestable mientras se camina, requiere de un cierto entrenamiento. 














martes, 5 de octubre de 2010

El primer contacto

El edificio ha sido construido de manera que encaje lo más posible en la red de líneas.

Para ello se han deformado sus proporciones hasta dónde ha sido posible, sin perder de vista la necesidad de ser utilizado para el culto religioso.

Cómo consecuencia, el resultado es una construcción asimétrica e irregular.                     





Para mantener lo más posible la simetría en la posición de la puerta en la fachada, se hace coincidir su costado derecho con la línea central, ya que las tres líneas que definen el frente no son equidistantes.
A pesar de ello,la puerta queda ligeramente descentrada, tal cómo se indica en la fotografía.

Es precisamente en ese lado en el que se coloca la pileta de agua bendita.

El visitante, al penetrar en la ermita, recibe de frente la corriente de esta línea.


El ábside se ha deformado para hacerlo coincidir con las líneas que lo definen, ya que no son exactamente paralelas.

La pequeña ventana de la sacristía, se hace coincidir con la entrada de una de las líneas, a pesar de que su posición no es la más adecuada para la iluminación del local.

Toda esta serie de circunstancias resultan muy extrañas y no parece que puedan ser casuales.
Tienen que obedecer a alguna poderosa razón, que por el momento se desconoce.

lunes, 4 de octubre de 2010

Presentación.

Este blog pretende incluir ampliaciones, comentarios e incluso anécdotas en relación con las entradas efectuadas en el   http://www.cpellonrivero.blogspot.com/ bajo el título "Misterios ante la Ciencia".

Los comentarios se archivan con el mismo nombre y fecha con los que fueron archivadas las entradas a las que hacen referencia.

Se pretende con ello que sea el equivalente a una tertulia de café entre buenos amigos.